PROGRÁMATE PARA ESTE AÑO!!


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lunes, 29 de noviembre de 2010

MUESTRA DE VIDEOS METRÓPOLIS VIDEO JEUNE ONCE 2010

El pasado 22 de noviembre, en uno de los sitios más emblemáticos y significativos de la ciudad como lo es el Teatro LIDO, ubicado en el Parque de Bolívar, símbolo de arte y cultura en nuestra ciudad, celebramos con los estudiantes, profesores, padres de familia e invitados en general la novena muestra de proyectos Metrópolis Video Jeune a cargo del grado ONCE.

En ella, los grupos de investigación expusieron sus resultados alcanzados el año anterior en su primera fase, por medio de la edición y proyección de cada uno de los videos que dan cuenta de cómo ven, sienten y viven esta realidad que se materializa en una puesta en escena visual.

Cada vez se nota una mayor apropiación y mística en este proceso que con el paso de los años ha dejado ver los mejores frutos. El Círculo de Humanidades les envía unas felicitaciones muy especiales a todos y cada uno de los estudiantes gestores de estas “obras artísticas” que dan cuenta de una realidad que está en nuestras calles y barrios y de la cual no podemos volvernos ajenos a ella.

Valoramos por encima de otras consideraciones los temas elegidos, que en su diversidad muestran la preocupación del colegio por desarrollar una visión crítica de la sociedad, una visión intercultural e incluyente que apuesta por la equidad.













domingo, 10 de octubre de 2010

MUESTRA ARTÍSTICA SOBRE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

“La indiferencia ante la tragedia humana es uno de las realidades en las cuales no podemos dejar llegar a nuestra existencia. La memoria histórica siempre mantendrá viva el recuerdo de la barbarie a la cual ha estado expuesto el mismo hombre; y es ella la que debe propiciar el momento oportuno en donde se recuerde sin dolor sin olvido”. Esta es una pequeña muestra de cómo los estudiantes del grado ONCE 2010 representaron uno de los acontecimientos que marcaron la historia de la humanidad durante el siglo XX

sábado, 9 de octubre de 2010

V OLIMPIADAS DEFILOSOFIA 2010


Durante los días 6, 7 y 8 de octubre se realizó en el colegio San Ignacio del Oyola las V Olimpiadas de Filosofía; la cual contó con más de 40 ponentes distribuidos en 8 mesas temáticas alrededor de la pregunta: ¿Qué papel cumplen la agresión y la violencia en la naturaleza humana y en la cultura de la sociedad colombiana? en donde estudiantes del grado 10 participaron como representantes del Colegio Colombo Francés; los cuales expusieron sus ideas a partir de las ponencias: José Antonio Cadena Vélez - La reproducción de la violencia en Colombia y Sebastián Mesa Hincapié - Al arte, como reconciliador social.

Esta experiencia fue muy significativa dentro de los procesos que desarrollamos en el Colegio; pues, la argumentación, la interpretación y la proposición en cada uno de los temas se hicieron presentes dando elementos muy importantes al debate y la discusión en cada una de las intervenciones. Cabe resaltar el nivel tan alto en todos los participantes: propuestas novedosas, reflexivas, inquietantes que de una u otra forma contribuyen al desarrollo de competencias personales y sociales en la construcción de conocimiento y transformación del entorno, todo esto enmarcado dentro del Bicentenario de nuestra nación.

Felicitamos a Antonio y a Sebastián por su participación y a todos los alumn@s que hicieron parte de este proceso de formación y selección de las ponencias, que dedicando parte de su tiempo, hicieron posible este proyecto. Se espera que el próximo año se pueda continuar con este proceso que enriquece la formación y permite conocer otras posibilidades de pensamiento.

El veredicto de los jueces fue el siguiente:

Primer puesto:

Migdalia Arcila Valenzuela (Colegio San Ignacio)

Segundo puesto:

David Villada López (Colegio Calasanz)

Tercer puesto, con empate:

Jorge Madrid Wolff (Colegio Colombo-británico) y Natalia Mejía Ossa (Colegio UPB)

Las ponencias de los compañeros serán publicadas en próximos días, a continuación algunas imágenes del evento.






lunes, 27 de septiembre de 2010

Narrativa Colombiana Siglo XX- Opio en Las Nubes

OPIO EN LAS NUBES
Rafael Chaparro Madiedo
Premio Nacional Novela, 1992
Colcultura, Santafé de Bogotá, 1992, 196 págs.
P uede ser casualidad, pero en Colombia las novelas sobre géneros musicales (la balada, el tango, la ranchera, el rock, la salsa); sobre figuras de la canción popular (Celia Cruz) y sobre o carnavalesco (el baile, las fiestas, la vida nocturna) han resultado especialmente afortunadas en materia de premios y concursos. Manuel Mejía Vallejo, por ejemplo, se ganó en 1973 el premio Vivencias con Aire de tango; en 1979 Umberto Valverde obtuvo el primer puesto de la Bienal de Novela Colombiana con Celia Cruz Reina Rumbo. En 1980 Magil obtuvo el Plaza y Janés con Conciertos del desconcierto, y en 1983 David Sánchez Juliao ganó el mismo certamen con su novela Pero sigo siendo el rey. A esa larga lista podemos añadir Opio en las nubes, de Rafael Chaparro Madiedo, Premio Nacional de Novela en 1992.
Puede ser casualidad. Sin embargo, en el género hay un factor que a veces confunde al jurado y lo decide por obras cuya modernidad es ilusoria. Me refiero a la identificación espontánea entre la música en boga y la vanguardia ideológica o entre la cultura popular y el rescate de las tradiciones locales (algunos las llamarían “identidad nacional”). Si un autor habla sobre rock se deduce de inmediato que su narrativa es moderna; no sólo porque el rock es un género que utiliza una gigantesca parafernalia tecnológica y les fascina a los jóvenes, sino también porque, a diferencia de las demás tradiciones de música popular, está en todos los rincones del planeta, y no sólo en aquellos donde el capitalismo les suele cobrar su peaje a todas las artes. Si, por el contrario, el autor habla no de ritmos foráneos sino de aires vernáculos, se piensa que su narrativa es autóctona (y por lo tanto contribuye a forjar un sentido de lo propio y a rechazar las penetraciones culturales extranjeras). En ambos casos se trata de legitimar un género acudiendo a un proyecto relacionado indirecta o ancilarmente con las obras. Tal vez por eso muchísimas novelas sobre música popular o sobre figuras legendarias de la canción envejecen con abrumadora facilidad; unos años después, se leen con el mismo azoro que produce oír en programas especializados un repaso de los hits bailables en junio y diciembre.
Opio en las nubes responde de una forma oblicua al primer punto. No es tanto una novela sobre el rock como sobre los efectos que ha ocasionado en la cultura moderna. Esta frase es un poco ambigua, por lo que me gustaría precisarla. Seria una injusticia reducir ese vasto fenómeno del rock a una sola cosa; sin embargo, uno podría decir que en cuanto ideología el rock ha producido unos tipos sociales específicos, una estética e incluso una ética particulares. Es una imagen definida, que se advierte en el unisexualismo, el lenguaje, los hábitos alimentarios, los gadgets, los obtactos, las drogas, la postermanía, el artesanado o las doctrinas del amor libre y el Turn on-Tune in-Drop O ut (Conéctate¬Sintoniza-Abandona). La novela de Chaparro sintetiza todo ese conjunto; hubiera sido imposible escribirla sin las canciones de Jimi Hendrix, The Cure, Bob Marley, los Rolling Stones, U2, etc.; sin el hippismo, Woodstock, los fanzines, la psicodelia, el amor libre y de nuevo un largo etcétera. Chaparro cita fragmentos de canciones (Wíld Thing, de Jimi Hendrix —aunque podría ser la versión de John Bon Jovi); emplea muletillas lingüísticas del Flower Power criollo (trip, pero qué cosa tan seria, así no se puede), adjetiva y titula con espíritu vanguardista (los capítulos se llaman “Ambulancia con whisky”, “DC-3 Espinacas de Mayo”, “Los días olían a diesel con durazno”) o acude a un tipo de percepción que podríamos llamar “alucinógena”. En efecto, los principales recursos de la novela son la construcción de los párrafos con base en un formato de balada y la mezcla psicodélica de los datos sensoriales.
Cuando hablo de balada no pienso en las canciones que agrupamos con ese nombre, ni en el género poético medieval; utilizo el término en un sentido más bien metafórico y entendiendo con él una serie de “estrofas» en las que se intercala un estribillo. Chaparro adapta esa forma y la traslada a la narración en primera persona de Opio en las nubes. Veamos un ejemplo: “Sven sale con una toalla enrollada recoge su ropa desde allá abajo le grita a Amarilla que es una muñeca muy salvaje como a él le gustan trip trip trip [.1 y entonces Amarilla dice un momento muñecos hoy no quiero enredos Don’t leave me now trip trip trip [...] Amarilla dice que los sábados son los días de los gatos, de los caballos y de los muer¬tos. Mierda, qué cosa tan seria. La ciudad entera está muerta trip trip trip” (págs. 16-18).
La “estrofa” sería, en este ejemplo, la narración continua, y el “estribillo” la repetición al comienzo, en la mitad o al final de los párrafos de “trip trip trip”. (En la balada antigua el estribillo podía constar de dos versos consecutivos o bien situados uno en el medio y el otro al final de la estrofa). Cada vez que en Opio en las nubes se cambia el narrador, a éste lo podemos distinguir porque inmiscuye en el curso de su narración la figura de un coro de dos o tres líneas. (Mas, por ejemplo, está obsesionado con que Gary será en su próxima reencarnación un pastor de cebras en Zimbabue y que pasará todos los días observando su manada de cebras blancas y negras mientras come cerezas salvajes).
Aunque parezca increíble, la palabra psicodelia no figura ni en el diccionario de la Real Academia de la Lengua ni el de Maria Moliner. El Larousse admite un modesto psicodélico y lo define como “el conjunto de sensaciones provocadas por la ingestión de alucinógenos”. En La década prodigiosa son un poco más explícitos y añaden que los lisérgicos excitan la perceptividad, las sensaciones fisicocerebrales, la fertilidad creativa y la introspección de la conciencia individual. Aunque la definición del Larousse es correcta, y los efectos señalados por Corazón y Sempere también, conviene agregar que a la psicodelia, al “estado de máxima receptividad”, también se puede llegar por el ayuno, como los eremitas, o por la dieta macrobiótica y el alcohol.
En el plano lingüístico, la psicodelia es una proliferación sinestésica en el lenguaje. O, de modo más sencillo, es la aplicación de verbos “incorrectos” a un predicado. Así, yo puedo afirmar que el cielo me sabe a mermelada aunque en un sentido estricto el cielo carezca de sabor (se diría más bien que huele a mermelada). Este es el procedimiento gramatical más utilizado en Opio en las nubes. Los narradores —un gato (Pink Tomate), un hippy (Sven), un asesino condenado a la silla eléctrica (Gary Gilmour) y el hijo de una exconvicta (Max)— hacen, debido a la continua ingestión de vodka, a las dietas inverosímiles (sopa de minestrone, una mogolla y café negro) y al consumo industrial de mariguana, cocaína, bazuco, etc., etc., una constante mezcla y confusión de los datos sensoriales. Por eso, no resulta extraño que Sven hable de “ese perfume que sabía a doce de la noche, a mírame preciosa antes de que me muera” (pág. 20), o que Gary Gilmour repita “me pareció que olías un poco a paloma, a boys don’t cry, un poco a mañana de miércoles” (pág. 91). Lo psicodélico, en este caso, consiste en atribuir sabor a un concepto temporal (las doce de la noche) que en un sentido “lógico” no lo tiene. Los dos ejemplos citados no por azar corresponden a situaciones olfativas. De hecho, el órgano más utilizado en las 196 páginas de Opio en las nubes es la nariz. A los narradores de la novela el mundo les llega, de preferencia, por los aromas; de ahí que se reitere casi en cada página el olor de la mañana, de la noche, del mar, etc.
Esta psicodelia verbal se acompaña de dos recursos adicionales: las listas heteróclitas y las enumeraciones. En cierto modo es una prolongación del recurso a la sinestesia en el lenguaje, pues, como han verificado algunos lingüistas, los sujetos bajo la influencia de una droga o de cantidades inmoderadas de alcohol prefieren, para describir sus visiones, los inventarios de objetos o de acciones cuyo denominador común es el caos. Chaparro propicia ambas formas; y ello obedece no sólo a que sus personajes padecen las deformaciones visuales y auditivas que ocasionan las drogas, el hambre y el alcohol, sino a que su prosa abusa del asindeton y de la elipsis gramatical. Chaparro no enlaza las frases con ningún tipo de conjunción; en vez de ello, prefiere las oraciones separadas entre puntos o las oraciones en que se han suprimido cualquier signo de puntuación. Eso le da, sin duda, mucho ritmo al conjunto general de la obra, pero también la precipita en el absurdo enumerativo: “Las mañanas se filtraban en los cuerpos lentamente como inyecciones, pequeñas inyecciones de algodón, inyecciones de sueños plenos de arena, whisky, sangre, sudor, lágrimas, tetas, culos y humos. Pensar, tomar, fumar. Levantarse. Acostarse. La sangre. El whisky. La luz. El humo. Los días. Sus mejores días...” (págs. 26-27).
De una obra así, como es lógico, no puede esperarse ninguna clase de realismo. En Opio en las nubes, Gary Gilmour muere en la silla eléctrica y dos capítulos después resucita para encontrarse con Max, su antiguo compañero de la prisión, en un bar llamado El Café del Capitán Nirvana; acto seguido, después de una serie de incidentes confusos, se suicida ahogándose en el mar; Marcianita, una suerte de puta rockera, sólo “puede hacer el amor en los baños frente a los espejos mientras escribe (con labial rojo) poemas en el cristal”; Sven y Amarilla se van a la pista de un aeropuerto para hacer el amor mientras los aviones les pasan por encima.
Lo que irrita al lector en esta serie de incidentes no es la falta de verosimilitud, el tono juvenil ni el espíritu vanguardista, sino su gratuidad en el conjunto de la novela. Son episodios que carecen de cualquier función; parecería que el autor los acumula con el único propósito de enmudecer a los lectores, en una pueril búsqueda de situaciones extrañas, falsamente poéticas o inocentemente modernistas.
Igual sucede con la estructura baladesca y la obsesión olfativa. No tengo dificultades para reconocer que una de las virtudes de Chaparro —pero también uno de sus principales defectos— es que se haya planteado la musicalidad de la novela no como un problema de contenido, sino como un interrogante para el lenguaje y la estructura. Deliberados o no, la elección de un formato de balada y el asíndeton constante de su lenguaje señalan que deseaba eludir eso que un director francés llamó “música de amoblamiento” (el vicio de utilizar la banda sonora de las películas como si fuera parte del decorado). La observación puede adaptarse al contexto de la narrativa y decir que si muchas novelas sobre géneros musicales y cantantes legendarios envejecen con tan pródiga facilidad es porque no integran la música, la sonoridad, la riqueza fonética al lenguaje y al tejido de las obras. Chaparro eludió ese problema, pero para caer en uno mayor: la monotonía. La reiteración constante de estribillos como trip trip trip o “qué cosa tan seria’, además de ser un recurso lingüístico primitivo (quien no domina su lenguaje enumera), como estrategia identificatoria del personaje resulta sumamente pobre y plana.
Podría pensarse que Chaparro no quiso escribir una novela compleja desde el punto de vista estructural; y alguien incluso me ha sugerido que el efecto que la enumeraciones y el asíndenton producen puede compararse al de la música de “trance” de algunos compositores contemporáneos, como Philip Glass o Steve Reich. Sin embargo, hay un problema, y es que la narrativa, lo mismo que la poesía, por muy musicales que sean, no son música. Lo que nos exalta en un canon religioso cantado por monjes o en la “música de la nueva era”, nos abate en la prosa y en la poesía: estamos demasiado acostumbrados a la vasta combinatoria en el arsenal del lenguaje. Cuando las elecciones de estilo permanecen inmutables —en un poema o en una novela— perdemos interés.
Por otra parte, uno esperaría que cuando un autor le concede tanta importancia, como se la concede Chaparro, a los datos sensoriales del gusto y el olfato, es para revelarnos la riqueza del órgano, para distinguir matices, giros, sensaciones de las cuales no sabíamos nada. Chaparro no lo ha querido así. Las infinitas enumeraciones olfativas de Opio en las nubes se limitan a ser catálogos cuya finalidad no es agudizar el conocimiento de los sentidos sino despertar el pasmo del lector. Chaparro dice: “Sintió que el aire olía a brandy, que Dios había regado brandy con begonias sobre las nubes, sobre los árboles, sobre su cuerpo lleno de pecas” (pág. 140) y la conjunción de “brandy” y “begonias”nos resulta inesperada, incluso podría ser poética; sin embargo, después de haber atravesado 140 páginas en que esa combinatoria surrealista se utiliza hasta el cansancio, uno se convence de que en este punto, como en el anterior, lo que agota y dilapida el interés no es más que la sobre explotación de un recurso literario.
Lo melancólico, sin embargo, es que autores como Chaparro, vanguardistas y reacios a pensar en su propio ejercicio, carecen de ironía y, por lo tanto, de perspectiva histórica. Durante la presentación de la novela, Chaparro dijo que la literatura es “un botellazo de whisky en la cabeza, un corrientazo de energía en las pelotas, una cuchillada en la madrugada”, etc., etc. Este vitalismo lo conduce —a él y a los autores que siguen la doctrina— a repetir gestos que unos años antes tuvieron sentido, pero que hoy pasan por ignorancia o por adolescencia. En 1930, Eduardo Zalamea Borda tuvo la idea de escribir una crónica sobre la Guajira que se tituló “4 años a bordo de mí mismo (memorias de Uchí Siechi Kuhmare)”. Fue publicada en El Espectador, entre el 10 de mayo y el 5 de junio de 1930. Esa crónica, que ocupaba la totalidad de la página 4, venía acompañada de hermosas fotografías y manifestaba el deseo constante de mantener la atención del público: “La ciudad de las 125.000 mujeres y los 1.500 automóviles”, “Un capitulo extraordinario y matemático como un vuelo de submarinos”, se titulaban, por ejemplo, algunas de las entregas. Eran los años de la vanguardia y la modernización industrial en Colombia. Por eso, el gesto tenía sentido; no sólo era el saludo del autor a nuevas fuerzas sociales sino la condena de la literatura tradicional y la retórica que dominaba a la generación del Centenario. Sesenta y dos años después, cuando la ironía es la ley del mundo, repetir con la misma juventud el gesto no parece posible. La novela de Chaparro es adolescente pero en un sentido negativo: carece de todas las virtudes de la juventud, pero tiene casi todos sus defectos: la gravedad, la ausencia de humor, el vitalismo, la ignorancia. Este último aspecto es revelador en todo sentido, porque sin proponérselo Chaparro ha calcado, punto por punto, lo que desde el siglo XIX se conoce como novela de artista.
Esta reseña comenzaba enfatizando la modernidad ilusoria de las novelas musicales y los factores que confunden al jurado. En una cultura impregnada de neorromanticismo, en la que se propugna la vuelta a los aspectos más superficiales de la contracultura de los años sesenta, no hay que pensar mucho para saber por qué Opio en las nubes ganó el corazón de los jurados.
MARIO JURSICH DURÁN

sábado, 11 de septiembre de 2010

LA CRUZ DE MARÍA

Por: Luisa Fernanda Saldarriaga.

luisafsalda93@hotmail.com

María es una madre cabeza de familia desplazada por el conflicto armado, que al no encontrar un lugar en la ciudad se asentó en el sector La Cruz y debe rebuscarse a diario la manera de enfrentarse a la pobreza y la adversidad.

Las viviendas de La Cruz dan cuenta de la situación precaria del sector. Fotografía: John Jairo Hernández

María llegó a Medellín hace 10 años y no llegó sola: traía con ella 8 hijos, el dolor de una traición en el corazón y las huellas de una guerra cruel en su memoria. La recibió una ciudad indiferente, en la que es un número más y no una historia. Pero fue la historia la que a mi me conmovió, quizá por la sonrisa de su protagonista al contarla, una sonrisa que como muchas aquella tarde, ocultaban una gran tristeza.

Los sectores la Honda- La Cruz están en la comuna 3 de la Zona Nororiental de la ciudad. Por su ubicación geográfica es considerada una zona de alto riesgo que no es apta para la residencia, sin embargo, viven allí alrededor de 6.200 personas.

El sector, al igual que los rostros que lo habitan, está maltratado por la pobreza. Pues es un asentamiento conformado, en su mayoría, por personas desplazadas por la violencia que vienen de Urabá, del Suroeste antioqueño y de otras zonas periféricas de la ciudad. Muchas de ellas son madres cabeza de familia, como María, que ha tenido que asumir sola la responsabilidad de sus hijos.

Me di cuenta de esta realidad de pobreza y desplazamiento cuando llegamos el último sábado de febrero, al medio día. En el colegio Luz de Oriente cientos de hombres, mujeres y niños esperaban ansiosos a un grupo de organizaciones que llevaban, no solo donaciones materiales, sino también un momento de alegría, de apoyo y esperanza, una señal de que la comunidad y sus condiciones eran tenidas en cuenta.

En este evento tuve la posibilidad, no solo de observar la situación evidente del lugar y sus habitantes, pude también ir más allá de lo visible y oír los relatos de una mujer a la que la alegría de ser escuchada parecía disminuirle el peso que cargaba a su espalda.

Luego de que su compañero “la dejara por otra”, María tuvo que partir de Altamira, un corregimiento del municipio de Betulia, en el departamento de Antioquia. Ese día, recibió una visita diferente a las que recibía constantemente. Se trataba de un grupo armado ilegal sin identificación. Esta vez no tuvo que cocinarles sus propias gallinas, ni desocuparles una habitación para que se acomodaran. Tampoco tuvo que explicarles que no era cómplice del bando enemigo. La visita, en este caso, era para decirles que tenían 3 horas para empacar sus pertenencias y desalojar el terreno. Tal vez la sensibilidad de los violentos no alcanza para entender que tres horas no son suficientes para recoger el trabajo y los recuerdos de toda una vida.

Se fue de Altamira huyendo del miedo y arribó a una ciudad para la que no estaba preparada. El único espacio que había para ella y sus hijos eran las calles y las esquinas, que fueron su cama durante dos meses. Descubrió, entonces, que había un lugar periférico en el que se habían asentado muchas familias en sus mismas circunstancias, aunque oficialmente no estuviera asignado para ellas. Separó su lote en La Cruz y construyó su casa con unas tablas que le dejó una vecina que ya se iba del sector.

Con el tiempo, sus hijos aumentaron a 10, sin embargo, lograba darles sustento trabajando como empleada interna en casas de familia. A pesar de los malos tratos, éste era el trabajo mejor remunerado, pero tuvo que dejarlo cuando su madre, que cuidaba sus hijos, murió. Estuvo también haciendo los " recorridos", con cientos de mujeres del sector que bajan a la ciudad a pedir el mercado que sobra en las plazas y graneros. María, como muchas, no soportó la humillación a la que tienen que someterse, para que les regalen "sobrados" y recurrió al oficio del reciclaje.

Además de las condiciones propias de un desplazado en la ciudad, María tiene que luchar también con las de su salud. Una úlcera gástrica le dificulta cada vez más el trabajo y aunque se la descubrieron hace tiempo, el Sisbén no ha aceptado hacerle el tratamiento correspondiente. Tiene que buscar, entonces, alternativas naturistas para aliviar su dolor, poder trabajar y darle educación, por lo menos, a sus dos hijos menores. Los demás tuvieron que dejar los cuadernos y contribuir económicamente a su hogar.

A pesar de la adversidad, la protagonista de esta historia prefiere la "tranquilidad" que le da la ciudad, aunque en el campo tenga mejor calidad de vida. En su pueblo natal no les faltaba la comida, pero ésta se amargaba con la crueldad del conflicto armado. En Medellín, en cambio, el hambre los visita cada semana, pero la violencia no toca su puerta todos los días.

Ella afirma que sólo una vez ha querido devolverse. Cuenta que “hace más ó menos 7 años llegó la Policía y se llevó a muchos muchachos y muchachas que porque en este barrio todos eran guerrilleros”. Entre los detenidos iban tres hijas suyas, dos de ellas menores de edad. La incertidumbre se apoderó de María hasta el día siguiente, cuando la llamaron para que recogiera a sus hijas menores a una Estación de Policía. A la otra, que recién cumplía su mayoría de edad, la trasladaron a la cárcel de mujeres, donde se quedó tres años mientras su madre conseguía un abogado que defendiera su inocencia.

María al contar estas anécdotas sonreía sin parar, así como muchas otras mujeres y niños disfrutaban del evento. Es tal vez una muestra contundente de que la capacidad de superación ante la adversidad intenta abrirse un espacio no solo en los sectores La Honda- La Cruz, también en el resto de la ciudad y del país. Quizá una muestra de que cada una de estas personas es más fuerte que la pobreza, el dolor y el miedo, que se escurren hasta en los rincones más remotos de Colombia.

lunes, 30 de agosto de 2010

Celebration Phase - 5th Grade - 3rd Period

This period we decided to continue working on the micro-project "interview" because our final goal is, as reporters from "El Telescopio" magazine, to have the ability to conduct interviews in English; and we have acomplished a lot!
This is how our process has been so far:
During the first period we learned the basic personal information, we conducted interviews among each other, we interviewed our parents, even famous people (using our imagination and researching) and we used puppets interviewing each other and it was fun :) We also learned vocabulary like school supplies. We worked mostly the communicating ability during this time.
During the second period we worked a little bit more on grammar so we learned how to conjugate the verb "to be" in present simple and we learned how to use some adjectives in order to add a better strucutre and a better understading to our interviews. We began learning the body parts.

During the third period we added more questions in simple present to our interview micro-project. We also learned the structure of the simple present tense to be able to create our own questions. We involved our parents by interviewing them and we also learned how to pass the interview in the 3rd singular person but this part we must work on it more deeply next period. We also learned more body parts and played some fun games practicing them.

Here we have some videos showing the interviews the students conducted among each other. They may have some mistakes but we can see how well we are progressing. Please watch them, enjoy them and don't forget to comment :)

Regards,

Wendy Potter
English Teacher